El desorden visual, cuando se convierte en un elemento habitual en el espacio, repercute de forma negativa en el bienestar personal. Sin embargo, existen errores decorativos que alimentan esa incómoda sensación que produce un lugar que no proyecta una imagen armónica. Los objetivos vinculados con la organización, la redecoración y la planificación en casa son habituales en año nuevo.

1. Acumulación de cosas en zonas concretas de la estancia

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Por ejemplo, la estética general del salón se aleja de su mejor versión cuando la mesa de centro enmarca una composición recargada (formada por elementos que no tienen una conexión entre sí).

El desorden también puede acumularse en rincones y esquinas concretas de una habitación. Áreas de mejora que aparentemente pasan más desapercibidas que el punto focal, sin embargo, afectan negativamente al contexto.

2. Desorden en el interior de los cajones de la cocina

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A veces, la falta de organización no se percibe directamente. Existe una barrera que establece una separación entre el exterior y el interior de los armarios. Pero cuando los cajones se convierten en foco de desorden, pierden su verdadera funcionalidad.

Es decir, el nivel de practicidad se reduce porque aumenta el tiempo necesario para encontrar un artículo en concreto. La decoración no solo pone el acento en la parte visual, aquella que se muestra en la primera impresión, sino también en la utilidad.

3. Estanterías saturadas

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Con frecuencia, las estanterías de pared, con diseños que se prolongan a distinta altura, se integran en el mobiliario del hogar. Tienen la estructura ideal para realzar la organización y el orden en salones, comedores, despachos y zonas de estudio. Sin embargo, la amplitud que los estantes ofrecen en su etapa inicial causa la impresión opuesta cuando el mueble está completamente repleto de cosas.

Es decir, cuando no hay un espacio vacío que realce el protagonismo de aquellos elementos que se sitúan en la estantería. Acumular apuntes o revistas sin una finalidad práctica es un fallo recurrente. Pero el desorden visual también puede estar generado por piezas que cumplen una función ornamental. El exceso de pequeños adornos es un posible ejemplo.

4. Tendencias que no se adaptan al espacio disponible

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Existen numerosas ideas de decoración que resultan una auténtica inspiración cuando se perciben en las fotografías de una revista. En ese caso, surge el deseo de imitar un concepto para recrear su esencia en el propio hogar.

Sin embargo, cuando la interpretación no se adapta al contexto, el atractivo de esa propuesta desaparece por completo. A veces, puede ocurrir que sea fundamental renunciar a una tendencia que no se alinea con las propiedades del inmueble.

5. Artículos estropeados o deteriorados

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Aquellos elementos que se conservan por su valor emocional, aunque no se encuentren en perfecto estado, tienen un significado afectivo. ¿Pero qué ocurre con aquellos artículos deteriorados que ocupan un espacio esencial en la vivienda? Conviene retirar ese material para incrementar la amplitud o redecorar el entorno.

6. Una decoración que no se ajusta a las necesidades personales

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La sensación de desorden también conecta con la perspectiva de la subjetividad. Incluso cuando el diseño de un espacio resulta atractivo en la primera impresión, no cumple su verdadero propósito si no se ajusta a las necesidades personales. Es decir, si el espacio no se adapta al estilo de vida, crecen las carencias e imperfecciones.

La propia interacción con un entorno, que no resulta práctico desde el punto de vista personal, hace que se generen diferentes focos de desorden en el espacio.

La falta de seguimiento en la decoración inicial es otro fallo que conviene evitar. El interior debe ser dinámico y versátil para evolucionar con los cambios.