Cuando el vínculo matrimonial llega a su fin, existe un lazo que va más allá de esta cuestión, si una pareja ha formado una familia. La custodia compartida produce importantes beneficios para los adultos y para los niños. Propicia la implicación y presencia de ambos progenitores en la vida cotidiana del menor. Existen distintos tipos de custodia compartida que pueden diferenciarse, por ejemplo, en función del domicilio.

1. Los niños viven en un domicilio fijo

En este tipo de caso, la rutina de los niños transcurre de forma constante en el mismo hogar. Son los adultos quienes se mudan a la vivienda familiar durante el plazo de tiempo que corresponde en cada caso. Cuando finaliza el periodo de uno de los progenitores, se traslada a otro domicilio. Este tipo de custodia es especialmente indicada en el caso de aquellas parejas que, tras haberse divorciado, mantienen una excelente comunicación y disfrutan de una relación positiva.

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2. Los niños se trasladan al domicilio de cada progenitor

Existe otro tipo de circunstancia en la que puede darse la custodia compartida. Frente al ejemplo descrito anteriormente de aquellos niños que viven en un domicilio fijo, en este apartado analizamos el caso de aquellos menores que, en cada periodo de tiempo correspondiente, se trasladan a vivir a la casa de cada uno de sus progenitores. En este tipo de casos, el niño convive en dos hogares diferentes. Este es el caso más habitual en la sociedad actual.

Una custodia compartida no solo puede mostrar alguna de las circunstancias ya descritas, sino que también puede establecerse en función de periodos de tiempo. Así ocurre cuando el niño vive una semana con su padre y la próxima semana con su madre. Pero esta distribución del tiempo no siempre muestra plazos fijos si las propias necesidades familiares así lo precisan.