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México celebra un récord… que no deja de albergar dudas

El reciente anuncio de que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) alcanzó los 22 millones 639 mil 50 empleos formales al cierre de octubre de 2025 —la cifra más alta registrada hasta ahora— debería leerse como una buena noticia

Sin embargo, cuando se observa detenidamente, el logro viene acompañado de múltiples interrogantes sobre la calidad de esos puestos, su distribución real y las condiciones laborales que persisten en el país.

La titular oficial enfatizó que en octubre se crearon 198 mil 454 empleos formales, la tercera mejor cifra para un mes de ese tipo en la historia del instituto.

Más aún, se destacó que el salario base de cotización promedio pasó a 623.50 pesos diarios, lo que representa un aumento de 7.4 % respecto al año anterior.

También se señaló que el 87.4 % de los empleos registrados son “permanentes”, lo cual se presenta como una mejora en la estabilidad laboral.

Pero a pesar de estos números brillantes, se plantea la pregunta: ¿reflejan estos datos mejoras reales en las condiciones de trabajo o simplemente sirven como escaparate político?

Lo que los números dicen… y lo que esconden

Los indicadores presentados muestran una tendencia positiva a simple vista. Un mayor número de trabajadores afiliados al IMSS podría significar aumento de empleos formales, mayor acceso a seguridad social y mejores salarios. Pero al analizar el contexto, surgen varios “pero”.

Aunque los puestos “permanentes” alcanzan un 87.4 % del total, no hay detalle claro sobre cuántos de estos empleos implican jornadas completas, prestaciones plenas o están libres de subcontratación y otras formas de precariedad.

El salario promedio (623.50 pesos diarios) mejora respecto al año anterior, pero el indicador sigue siendo bajo si se considera el costo real de vida en muchas regiones del país.

La creación de 400 mil nuevos empleos de enero a octubre, con una tasa de crecimiento anual del 1.8 %, no necesariamente implica un dinamismo fuerte. Los analistas advierten que una tasa tan moderada podría no compensar las pérdidas de calidad convencionales del mercado laboral.

La cifra total de empleos formales no incluye aún los trabajadores de plataformas digitales, lo que sugiere que el registro real podría cambiar, pero al mismo tiempo que permite cuestionar qué tan bien se está capturando la realidad laboral contemporánea.

¿Dónde permanecen las fisuras?

Una de las grietas más profundas se encuentra en la persistente informalidad laboral, que según diversas fuentes sigue afectando a más de la mitad de la población ocupada en México.

Es decir: mientras los registros oficiales celebran el “empleo formal récord”, millones de trabajadores permanecen fuera de la seguridad social y bajo condiciones de vulnerabilidad.

También cabe preguntarse sobre la distribución geográfica y sectorial de esos nuevos empleos. ¿Dónde se generan y qué tan accesibles son para las regiones más rezagadas o para grupos tradicionalmente marginados, como mujeres, jóvenes o poblaciones rurales? El dato de que sólo 100 mil empleos fueron ocupados por mujeres en lo que va del año (representando el 40.6 % del total) necesita ser visto en clave de brecha de género y de equidad real.

¿Un logro sólido o un comunicado político?

El entorno político siempre buscará cifras que puedan presentarse como prueba del “éxito” gubernamental. La cuestión es si estos números se traducen en cambios tangibles para el trabajador mexicano. Muchos economistas advierten que una “victoria” en número de afiliados al IMSS es útil como titular, pero insuficiente si no se asegura la calidad del empleo, la cobertura efectiva de prestaciones y el cierre de brechas de desigualdad.

El riesgo es que estas cifras se conviertan en objetivos de comunicación más que en metas de transformación laboral. Mientras el factor de formalización crece, la economía subterránea, la protección insuficiente de los empleados y la precarización siguen siendo realidades cotidianas.

El anuncio de “récord” en empleo formal en México merece reconocimiento… pero también exige escepticismo. Los datos ofrecen una fotografía favorable, pero el reto sigue siendo que esa imagen se corresponda con la vida real de millones de trabajadores que aún luchan por estabilidad, protección social y salarios dignos.
Si el objetivo es “empleo para todos”, no basta con sumar cifras nuevas: la meta debería ser que cada trabajo formal signifique realmente bienestar, derechos completos y oportunidades de progreso.

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