Tras varios intentos de reiniciar sin éxito la red nacional de electricidad empezaba a oscurecer y Cuba se preparaba para su tercera noche sin luz.
El anochecer se ha vuelto un momento de mucho ajetreo en la capital cubana. La segunda noche sin luz, la gente salió de la humedad de sus casas en busca de alimentos, bebidas y novedades. “¿Qué sentido tiene quedarse en casa?”, se preguntaba Alejandro Hernández a la salida de un bar en el habanero barrio de El Vedado.
Gran parte de la isla comenzó a recibir electricidad de nuevo el domingo, hasta que a última hora de la tarde se produjo otro corte eléctrico, como había venido ocurriendo cada noche durante el fin de semana.
El humor, un ingrediente fundamental en la vida de los cubanos, se vuelve más ácido. “Enciendan el Morro de nuevo, que todavía no nos hemos ido todos”, decía la gente refiriéndose al faro de La Habana. En los últimos dos años, más del 10% de la población ha emigrado. Es decir, que más de un millón de personas se ha ido de la isla.
Caminar por las calles de noche a oscuras se ha vuelto un peligro. No por la delincuencia, sino por las aceras en mal estado y por las alcantarillas abiertas.
Con el Estado pasando dificultades para adquirir en los mercados mundiales el combustible de sus cinco centrales termoeléctricas principales, los cortes de electricidad de hasta 20 horas al día se han convertido en una experiencia común para toda la isla.
Esa escasez de dinero también está detrás de la escasez de agua, por los fallos en bombas y tuberías; acumulación de basura, por la reducción en el ritmo de recogida; y hambre, por el drástico aumento en el precio de los alimentos.
El Gobierno cubano responsabiliza de esta penosa situación a las seis décadas de embargo estadounidense contra la isla. “El bloqueo más cruel”, en palabras de su presidente, Miguel Díaz-Canel. “No hemos contado con los suministros estables de combustibles para que el sistema pueda operar en toda su capacidad y con toda su estabilidad”, dijo en la noche del domingo.
Otros rechazan esa argumentación, como el economista Pedro Monreal. En su opinión, lo que está ocurriendo es consecuencia de uno de los últimos Estados de planificación centralizada que quedan en el mundo: “Es una bancarrota causada por decisiones internas”.
Esta crisis energética sin precedentes (salvo por las épocas en que la isla recibe el impacto directo de los ciclones) se anunció con el llamamiento del gobierno el jueves a todos los trabajadores no esenciales de su extensa burocracia para que se quedaran en casa y ahorraran electricidad.
La medida no alcanzó para mantener en funcionamiento la red eléctrica, que se vino abajo el viernes, poco después de las 11 de la mañana. La principal estación generadora, la de Matanzas, había quedado fuera de servicio. Sólo tenían luz los que tenían sus propios generadores personales.
Los sucesivos intentos de Unión Eléctrica de Cuba por poner en marcha la red desde entonces han fracasado. La luz volvió en algunos barrios, por lo general cerca de los hospitales. Pero a las 6 de la mañana del sábado, y otra vez a las 10 de la noche, la electricidad se cortó en gran parte del país con un ruido sordo desconcertante. Todo el sistema volvió a venirse abajo a las 16.30 horas del domingo.
Con los ingenieros tratando de reponer el sistema, la zona más afectada ha sido el oeste de Cuba, incluida La Habana. Una desagradable sorpresa para sus habitantes, que hasta ahora venían salvándose de los peores cortes por el temor del Gobierno a las protestas. Las protestas de julio de 2021 en Cuba, las peores de las que hay recuerdo, se iniciaron en un pueblo al oeste de La Habana por una manifestación contra los cortes de luz.
Los cortes de electricidad pueden ser especialmente terribles en un país caribeño con dificultades para asegurar su alimentación. Sin ventiladores, las altas temperaturas nocturnas pueden impedir que la gente duerma. La falta de electricidad también interrumpe el funcionamiento de los frigoríficos y hace que los alimentos se estropeen. La gente está llamando por teléfono a familiares y amigos para preguntar si tienen sitio donde guardar las raciones de carne que el Estado proporciona a la población más vulnerable.
El Gobierno ha tratado de mantener informada a la población durante toda la crisis energética. Fueron altos cargos del Gobierno los que anunciaron por la red social X la venida abajo del sistema eléctrico, con medios de todo el mundo haciéndose eco y generando confusión en una de las principales fuentes de divisas para el Estado: la industria turística, que ya venía con problemas.
En una fotografía publicada por un medio oficial cubano se veía a Díaz Canel y a su equipo detrás de dos técnicos en el despacho de la Oficina Nacional de Electricidad. A un lado estaba el ex vicepresidente Ramiro Valdés, ahora de 92 años.
Las cinco centrales más importantes del país tienen en torno a medio siglo de antigüedad. Según el académico de la Universidad de Texas Jorge Piñón, especialista en el sistema eléctrico cubano, han superado con creces su vida útil.
El primer ministro de Cuba, Manuel Marrero, ha pedido la transición hacia las energías renovables y que el creciente sector privado cubano pague más cara la energía que consume.
El gobierno envía el mensaje de que sus técnicos están trabajando “sin cesar”, pero, por los comentarios en los artículos del medio estatal CubaDebate, se puede ver el enfado. “Esto no debería pasar”, escribió un residente de Plaza, un barrio de La Habana nombrado así por la Plaza de la Revolución. “Millones de personas sin agua ni electricidad, ¿de qué valen todas las explicaciones?”.
El sábado, mucho después del anochecer, las calles del barrio habanero de El Vedado estaban prácticamente vacías. Las pocas personas que había fuera iban corriendo a casa. Solo dos miembros de una patrulla del ejército paseaban lentamente.