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EE.UU. vive el cierre de gobierno más largo de su historia: 36 días sin acuerdo

La situación en Washington se ha vuelto histórica —y para nada en el buen sentido. El Estados Unidos lleva ya 36 días con el gobierno cerrado por falta de aprobación del presupuesto federal, lo que ha marcado el récord absoluto de parálisis gubernamental en el país.

La parálisis comenzó a la medianoche del 1 de octubre, cuando el Congreso no logró avanzar con las leyes de asignación de fondos para el nuevo año fiscal.

Desde entonces, millones de ciudadanos estadounidenses están sintiendo el impacto: programas sociales paralizados, pagos bloqueados, y servicios públicos al límite.

El responsable de esta crisis es el prolongado estancamiento entre ambas fuerzas políticas: los republicanos y los demócratas. En particular, el presidente Donald Trump —presente nuevamente en la Casa Blanca— ha insistido en que primero debe haber un reembolso del gobierno antes de comenzar negociaciones sobre subsidios de salud, mientras que los demócratas exigen garantías para esos programas antes de votar la financiación.

Y es curioso: este mismo presidente ya había protagonizado el anterior cierre récord, que duró 35 días entre 2018 y 2019.

Ahora la historia parece repetirse —pero agravada.

Las consecuencias no se hacen esperar:

  • Miles de trabajadores federales están sin recibir su salario o trabajando sin paga asegurada.

  • La ayuda alimentaria del programa SNAP se encuentra restringida, lo que afecta a millones de personas vulnerables.

  • En los aeropuertos y transporte, el efecto también se siente: falta de personal, retrasos, y la posibilidad de que se agrave.

Mientras tanto, en el Congreso y la Casa Blanca se multiplican las acusaciones. Los demócratas señalan al gobierno del presidente Trump de provocar este parón, y los republicanos culpan al “obstruccionismo” demócrata. Ningún bando parece dar marcha atrás.

El panorama es claro: a falta de un acuerdo pronto, este cierre no sólo quedará en los libros como récord, sino que sus secuelas podrían extenderse de forma grave hacia la economía, los servicios sociales y la confianza ciudadana. Y mientras eso sucede, millones de estadounidenses siguen esperando que alguien —o ambos bandos— dé el primer paso para reabrir el gobierno.

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